Cuando se asoman los corneteros, cerrando el desfile de la murga, la foto es urgente. Pero hay que tener cuidado con la espuma, sacar rápido el celular del bolsillo y volver a guardarlo antes de que un gurí travieso lo tape de espuma. Porque en el corso barrial, formalmente llamado “Corso popular Matecito”, se juega con espuma y rezongar es en vano, mejor —por lejos— es sumarse al juego. Ese tosco y bocón instrumento que amplifica el tarareo, forma parte de los corsos desde 1938 cuando lo introdujo a su agrupación el director de la Murga Los Vacantes. Desde entonces, su fabricación y utilización han sido transmitidas oralmente, de generación en generación.
La corneta murguera, así como los corsos populares “Matecito”, ya fueron incluidos dentro del inventario del Patrimonio Cultural Inmaterial de la República Argentina, realizado por Secretaría de Cultura de la Nación. Este trámite fue realizado ante el Área de Patrimonio Cultural Inmaterial, de la Dirección Nacional de Bienes y Sitios Culturales, de la Secretaría de Cultura de la Nación.
De fabricación artesanal
La corneta murguera es un instrumento musical que se fabrica íntegramente de manera artesanal. Consta de un cono de chapa al cual se le adosa un cilindro de caña de bambú o tacuara —aunque últimamente, algunas murgas han reemplazado la caña por un pedacito de caño de PVC—.
A ese cilindro se le hace una boquilla de manera transversal, que es por donde el murguero soplará el tarareo de la canción. Pero para que vibre, falta un detalle importante: colocar en el extremo del cilindro un papel celofán (el más usado es el de los envoltorios de los paquetes de cigarrillos) y sujetarlo bien tirante con elastiquines o tiritas de las cámaras de bicicleta.
La licenciada Pilar Piana, conservadora de bienes culturales del Museo del Carnaval de Gualeguaychú, contó a Mirador Entre Ríos que “antes de implementar estos conos de chapa, las primeras cornetas se confeccionaban con los amplificadores de las vitrolas, al cual también se les realizaba una adaptación para poder introducir la boquilla de caña”.
Para que este particular instrumento suene, es necesario que el músico tome la corneta de manera transversal y expulse aire por la boquilla tarareando una canción. Es decir, el aparato fonador de quien toca la corneta forma parte de la generación del sonido.
Según Piana, “es difícil clasificar la corneta murguera dentro de alguna de las familias de instrumentos musicales, ya que parece un instrumento musical de viento, pero el sonido se produce mediante la vibración de la membrana, con lo cual puede ser un membranófono, aunque dicha membrana no es percutida”.
Única en el mundo y un posible antecesor
La corneta murguera de los corsos “Matecito” es única a nivel regional, nacional e internacional, es un instrumento musical de creación local. Hasta el momento no hay registro o documentación alguna que registre un instrumento igual en otro carnaval o manifestación cultural.
Sin embargo, tal vez sí exista un antecesor de la corneta murguera en el Carnaval de Cádiz. “En este carnaval utilizan un instrumento que le llaman “pito de carnaval”, que consiste en un cilindro de caña al cual se le coloca un papel de fumar en uno de sus extremos, fijado con varias vueltas de hilo. A diferencia de la corneta, el pito de carnaval no posee el amplificador de sonido que es el cono de chapa”, explicó la conservadora de bienes culturales del Museo del Carnaval de Gualeguaychú.
“A fines del siglo XIX, principios del siglo XX, diferentes murgas gaditanas actuaron en distintos teatros y presentaciones callejeras en el río de La Plata. Esta influencia hace que a principios del siglo XX, surjan las primeras murgas rioplatenses utilizando este instrumento, como por ejemplo ‘La Murga Gaditana que se va’, murga nacida en 1909 en Montevideo y que ya utilizaba este pito de carnaval. No sería extraño que este instrumento haya llegado también a Gualeguaychú, y al cual luego le quisieron amplificar su sonido utilizando los amplificadores de las vitrolas”, informó Piana, en base a información brindada por José Arisi y Alicia Teibo, representantes para Latinoamérica del Aula Cultural de Cádiz, quienes facilitaron material documental muy valioso al Museo del Carnaval.
Una corneta gigante en la costanera
El 23 de julio de 2017 se realizó en Gualeguaychú la inauguración de la renovada costanera sur, espacio público que pasó a llamarse “Costanera del tiempo”. Allí, se emplazó una corneta enorme y colorida que confeccionó el artista de la ciudad Martín Naef. Pero esta corneta, que rinde homenaje a los corsos populares, no es meramente un monumento, sino que es una corneta real. Los vecinos que sepan tocar el instrumento y se acerquen con su propia boquilla —por cuestiones de higiene—, podrán hacer sonar esta corneta de 3.25 metros de diámetro y 4 metros de largo.
Mediante una ordenanza municipal se estableció que, teniendo en cuenta la trascendencia de la inauguración de la corneta en la Costanera del tiempo, “resulta oportuno y merecido declarar al 23 de julio como Día de la Corneta Murguera”.
Para escuchar y ver cornetas
Los corsos Matecito se hacen cada último viernes de enero y los viernes de febrero, momento en el cual desfilan las murgas y conjuntos carnavalescos. El último viernes de febrero se lleva a cabo el Entierro de Carnaval, y un domingo de febrero se realiza el corso infantil.
Sabina Melchiori